"Pandemonio, es una ciudad en la que deambulan Las Voces y en la que se aguarda eternamente al huésped, sea digno o indigno, sea bueno o malo. En su interior apretujados caídos revolotean en una sola carne, dispuestos a saltar al primer navío disponible, como una fuga de agua caliente.
Solo tendrás un segundo para decidir: Leer el Manual de la Naturaleza Doble, y dar la vida; o ser otro para siempre" El capitánTulik; José R. García.

martes, junio 02, 2009

Jamming

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Cuerdas en vacíos
de madera de puerta,
de arrebatos jadeantes,
se va el aire,
baila,
ahí,
con la uña sin dedo,
meditando ladridos de hombre
las notas,
que resbalan y anclan
en partituras de juguete.

jueves, mayo 21, 2009

Capítulo 2 : Inercia

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El suelo de la fría capital congela sus huesos, quellos flash's lo han obligado a tragar aquel fango oscuro. Parece no tener emociones, más máquina que hombre, o al menos eso indica la falta de calidez de sus actos.

Es la primera vez que se desmaya, un susceso muy parecido a la suspención que se le realizó para establecer correctamente "El Adicional" en su organismo. El doctor creía que el despertar iba a ser un buen resultado en sí mismo, pero había obviado las circunstancias en las que podía suceder. Nikolai obtuvo el castigo correspondiente a huir de la realidad usando un camino falso (si todos no lo son), obteniendo una porción de recuerdos que prefería mantener al márgen; una porción de la realidad de la que intentó escapar. El castigo de todos los que desean escapar de la realidad es el mismo y consiste en recordar lo que produjo la huída.

Nikolai intenta incorporarse pero le es una tarea dificultosa, solo logra virar su cuerpo hacia el cie...
una segunda punzada en la médula: el cielo ya no es como lo recordaba, algo que no logra identificar como terror invade su cuerpo inerte.

lunes, mayo 11, 2009

El Teniente Pacheco

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El Teniente Pacheco


Recostado en su silla el Teniente Pacheco teme el día siguiente, un presentimiento lo hace temblar. Es muy tarde pero se ve obligado a quedarse encerrado en su oficina, solo tiene que esperar dos horas para ir con su mujer, y el teniente no sabe qué es más peligroso. Sabe que el café le daña el estómago con facilidad pero parece ignorar este hecho por completo: sorbo tras sorbo, va cavando su propia tumba estomacal. Tal vez sea debido a los efectos drogos del café por los cuáles la siguiente carga de acontecimientos es explicable. ..... (por cuestiones de seguridad si se desea seguir con la lectura, consultar con el administrador del blog)

Cap 1: Colores... Hermosuras

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Ya van cuatro veces en esta semana que he tropezado murmuraba Santiago mientras se incorporaba sonriente, sus cabellos ondulados flameaban desordenadamente mientras contemplaba las zapatillas vueltas a atar. El sol lo iluminaba con una graciosa intensidad y el humor era el adecuado para atragantarse unos helados junto con los amigos. Santiago nunca sospechó la llovizna que cubriría la ciudad esa noche, el impronto cambio de clima y el leve resfrío que padecería antes de echarse a la cama.

El día está muerto, pensó... y por motivos desconocidos le sonrió desconcertadamente a un asiento que se encontraba en medio de la plaza.

El aleteo de las palomas cortaba el aire, sentado en la banca sus ojos se posaron en una de aquellas aves que habiendo descendido caminaba sobre el pasto, era un ejemplar hermoso y acariciarla se le cruzaba por la mente, la sensación repugnante de triturar sus pequeños y delgados huesos entre las manos y el devenir de una masa gelatinosa proveniente de su abdomen. No sería problema capturarla si se abalanzaba de improvisto, y una vez disminuida estrangularla frente a los transeúntes no lo detendría.

Se levantó y compró un poco de maíz, se entretenía viéndola picotear el suelo, ingenua, paciente, atada a otra existencia; pero el espectáculo duró lo que duran las buenas puestas en escena y, Santiago, tuvo que hacerse el desentendido tras espantarse por unos ojos rojos fijos, muertos e inexpresivos que lo incursionaron sin previo aviso.

-Me han plantado, dijo tratando de digerir la impresión; pensó en volver sobre sus pasos y recostarse en el sofá, juguetear con los dardos y echarse una siesta en el diván, pero aparentemente nada era lo suficientemente tentador como el esperar lo inesperado en aquella ciudad de lianas y fieras.

Santiago sacudió su delgado cuerpo y comenzó a divagar por el boulevard, andaba despacio con la pisada segura y la mirada sarcástica que solo él lograba identificarse; los murmullos, los gritos, las risas, los aplausos, los estruendos: la selva amada de Santiago, su hogar de generoso orgasmos. Se detuvo frente a la pileta, el agua salpicaba un rocío irregular.
-Tengo calor
El sudor se mezclaba con aquel rocío, su piel estaba alegre.

Paseó por el centro comercial, la ropa, los discos y sobre todo las colecciones de estampas le regresaron la sonrisa al rostro. Su abuelo que era una persona digna de estudio, le había enseñado a disfrutar de los placeres más sintéticos, recordaba su voz recitando la Eneida de Virgilio, motivo de tantísimos de sus lienzos castos, como a él le encantaba llamarlos; sí, su abuelo, recordaba que siempre que la gente lo hacía objeto de burlas, en vez de ceder, explicaba con sumo cuidado que la crema helada era una estructura que encerraba uno de los grandes misterios. Particularmente a Santiago le importaba más la actitud y carga emotiva que empleaba su abuelo al conversar, que el contenido mismo de su conversasión.

Santiago creció y vivió lo que el dinosaurio vanguardista consideró indispensable, nunca se le exigió al niño seguir el ritmo, pero fue éste quien presionó para que se le impartiera la "enseñanza", enseñanza que consistía en psicoanalizar a la especie humana tomando como punto de referencia a un anciano patético.

Los demás nunca llegaron al boulevard, pero Santiago se encontró con una compañera de instituto; bellísima de ojitos relampagueantes que coquetos perturbaban mientras ella preguntaba sobre sus aretes. La sonrisa instantánea invocó los recuerdos de aquel día de marzo en que Santiago había estado cerca de confesar ciertas cuestiones, que sin mayor problema se resumían en sexo, poder y sumisión.

Sus piernas descubiertas lo excitaban, sus curvas y su aire de niña inocente, sus labios frescos.

[[[-Hace buen tiempo Santi.
-Buen tiempo Ruth, y no te he olvidado.
Ruth se sonrojó, pero trató de disimularlo; de todas maneras no logró actuar bien.
Suspiró profundo, como recordando, ella se sentó en una banquita y yo me senté a su lado.
-No supe nada de ti.
-Desaparecí, me contestó de lo más natural, dirigiéndome una mirada tímida y perturbadora.
La respuesta no dejaba de ser extraña, Ruth era una chica curiosa.
-Desapareciste?, reformulé para obtener una explicación más detallada sin pedírsela con una pregunta directa.
Pero ella respondió solo con un sí, de modo que siguió sin brindarme detalles.
Las palomas aleteaban muy fuerte sobre nosotros, me sentí presionado.
-Te gusta desaparecer?
-Depende.
- de qué?.
-De muchas cosas Santi, como por ejemplo si me haces demasiadas preguntas.

Seguro pensó que yo sentía humillación, pero sin duda la sensación de ser pisoteado por ella, provocaba abalanzarme hacia su cuerpo y dejarme llevar.

Su figura parándose de la banca detuvo en seco el pensamiento
-Es hora de que me vaya Santiago.
Ruth me miró como indagando mis intenciones y se rió
-hoy estás con muchas preguntas.
-si
- de repente regreso la próxima semana, yo me tomo unos cafés por ahí, ya sabes, a la misma hora, adiós Santiago .
Y ni bien acababa de corresponder con la mano, la mujercita de nombre Ruth tomaba un taxi a cinco metros de distancia. ]]]

Santiago se preguntó si realmente tuvo el control de la conversación como le fascina alardear , “imposible, ella me ha dominado, sus ojos mirándome siempre me acomplejan”.

Es gracioso, pensó y sonrió aguantando la carcajada, se preguntó a sí mismo qué cosa era dentro de toda esta anomalía; tal vez solo un espectador .

-Míralos y dime lo primero que se te viene a la mente
-Porqué abuelito?
-tu solo míralos, mira a aquel niño que de seguro tiene tu edad y dime lo que ves
- No lo sé, pero estoy contento de verlo.

“Sí, eso es hasta hoy, nunca supe a ciencia cierta sus propósitos ni sus pensamientos, pero estaba feliz de observarlos como se observan los monos: libres; libres y aún así actuando, fingiendo el teatro interminable que trae consigo el instinto de supervivencia.”

La banquita le provocó, una nueva paloma quedó mirando mientras picoteaba los restos de maíz que algún otro demás le había arrojado, Santiago no pudo mantener la vista, sus ojos verdaderamente lo espantaban; "y si yo fuese una paloma?".......

-Si yo fuese una paloma……