La revelación es el suceso en el cuál Dios se manifiesta,
revela, al hombre. En este sentido la revelación divina es una comunicación
entre la dimensión humana y la dimensión divina, y nos abre a un conocimiento
antes oculto pero latente dentro de nosotros mismos. La frase “conócete a ti mismo”
situada en el oráculo de Delfos, puede interpretarse como una reflexión que
acerca al hombre hacia la conciencia de ser mortal, y de no ser un Dios. Al
reconocerse la mortalidad se avecina la humildad, y es probable que aquel, al
analizarse a sí mismo, halle un espacio para lo infinito (por contraposición).
“Conócete a ti mismo” como clave para avanzar hacia una revelación, es una
manera de interpretar una vieja enseñanza para otorgarle fines religiosos,
místicos.
Diversidad de autores han trabajado en torno a la
sistematización del acto de la revelación. Efectivamente, no podemos afirmar en
nuestra posición, cuál es el verdadero medio para acceder a la comunicación
íntima con Dios, ni mucho menos podemos describir a la perfección (tal vez sea
una imposibilidad propia del lenguaje) lo acontecido en el momento de la
comunicación. No obstante, las contradicciones y la dificultad del trabajo
intelectual para explicar la revelación divina, muchos autores han tal vez,
llegado a un aproximación. Para unos, el peso recae más en el papel del hombre
dentro de proceso, para otros es Dios la figura preponderante, y para otros son
ambas partes en igualdad de acción.
1) M. Blondel
Este autor utiliza el método de la
inmanencia, en este sentido hay una pregunta que el hombre se hace a sí mismo
sobre su ser, y su destino en el mundo que son anteriores a la experiencia de
revelación. La revelación para Blondel tiene un carácter práctico, y es que
responde a las inquietudes del ser humano, develando sus misterios más hondos.
Este proceso se divide en tres etapas: La etapa de la insuficiencia del orden
natural, en la que se hace patente una inadecuación de la voluntad que quiere y
la voluntad querida, y el hecho de que el hombre no puede quedarse bajo los
límites de la naturaleza 8siempre quiere trascenderla); La etapa de la
necesidad absoluta de abrirse a la acción divina, en la que dicha apertura da
esperanzas al hombre de escapar de sus limitaciones naturales, es aquí donde se
forma un vínculo con la nocíón de lo sobrenatural; Y una tercera etapa en la
que esto sobrenatural que puede colmar el apetito del hombre y borrar sus
limitaciones de orden natural, se define mediante los dogmas cristianos, y
desde la tradición cristiana responde las preguntas existenciales del ser
humano.
2) Karl Rahner
Este autor utiliza
una metodología denominada “trascendental” (examina condiciones a priori del
sujeto para acceder a la revelación). Además, cabe resaltar el postulado de una
metafísica de la subjetividad, la cual se caracteriza por preguntar por el ser
teniendo como eje de partida la interpretación personal de su sentido.
Es posible el acto de
la revelación porque el hombre es una apertura al ser, y es espíritu. La
revelación solo es posible dado que el oyente de la palabra de Dios está
preparado esencialmente para acceder a esta revelación, en este sentido se hace
patente las condiciones a prioris en el ser humano. El horizonte del hombre
logrado mediante la apertura, es infinito, pues Dios es infinito y se va a
manifestar; esto justifica el hecho de que el hombre sea espíritu, ya que el
espíritu no se contrapone a lo infinito. Por otro lado, el autor, nos aclara
que el ser humano tiene un cierto libre
albedrío. Si bien es cierto está diseñado esencialmente para la labor de recibir
la palabra de Dios; puede optar por no hacerlo. El hombre entonces puede cerrar
su apertura hacia Dios voluntariamente, y abrirla luego si es que lo desea así.
3) H. U. von
Balthasar
Este autor coloca la revelación en vínculo con el plano de
la estética, la percepción de Dios mediante la experiencia del amor. Es así que
se proponen tres vías de acceso a la revelación: La vía cosmológica en la que
se resalta la identidad entre filosofía y teología (riesgo de un reduccionismo
extrincesista); la vía antropológica, de la cosmología a la antropología (pero
esta vez de cae en lo contrario: una inmanencia); y la tercera vía “el amor”,
propuesta por el mismo autor y que salva los anteriores riesgos al abrirse a
una dimensión estética.
La estética vincula al hombre y a Dios, el amor expresado en
ella capacita al hombre para una superación de él mismo. Solo el amor es digno
de fe, y no hay cosa que se ame más que la belleza, Dios es infinitamente
bello, y por consiguiente lo amamos con todas nuestras fuerzas. Es así, el
argumento de este autor.
4) Zubiri
Este autor hace hincapié en la prioridad de la realidad para
que se efectúe la revelación. La realidad no puede ser desaparecida de la
dimensión humana, estamos condicionados hasta cierto punto por ella y no podemos
desconocerla. Existen tres momentos de la realidad como apoyo. El momento de la
ultimidad, en el cual decir que algo es real es lo último que se puede postular
de ello; el momento de la posibilitación, en el cual es realidad hace posible
la constitución del ser del hombre; el momento de la imposición, en el cual la
realidad empuja al ser humano a su propia realización.
Al estar la realidad presente en el hombre, y al aceptarla
como inseparable de la existencia, se da paso al reconocimiento del fundamente
de esta realidad: Dios. Dios es el que le da realidad a las cosas, al ser
fundamento de la realidad misma. La realidad religiosa posee dentro de sí toda
realidad menor.
5) B Pascal
Autor bastante sistemático, intenta plantear la realidad
existente en tres órdenes. El orden de los cuerpos, que solo atañe a cosas
materiales (entidades con masa), y el cual puede ser apreciado por medio de los
sentidos; El orden de los espíritus, en el que se encuentran los hombres
gracias a que poseen la facultad de pensamiento; El orden de la caridad, en el
cual se percibe la revelación por medio ya no de los sentidos, ni de la razón,
sino por la fe. Tenemos entonces que estos tres órdenes obedecen a dos
facultades: la razón, que es esencialmente discursiva; y el corazón, vinculado
a la fe, y de carácter intuitivo.
El camino a la revelación, tomando en cuenta lo
anteriormente expuesto, empezará con la contraposición de lo finito y lo
infinito en la vida del hombre, y tras la aceptación de que él es un mediocre
que no es ni ángel ni bestia. En segundo lugar, a pesar de ser pequeño, y vivir
en una cierta miseria debido a esto, la facultad del pensamiento lo rescata al
darle un carácter especial que realza su figura y la reivindica. Solo la
religión puede explicar mediante la revelación la situación del hombre como una
“caña pensante”, y enseñarnos a ser humildes y dignificar nuestra miseria.
Finalmente, en Pascal, hay un argumento llamado “de la apuesta”, que consiste
en: si creo en Dios y no existe, no pierdo nada; pero si creo y en Dios y
Existe lo gano todo; por lo tanto es más lógico creer a priori en Dios.
Conclusiones.
De este modo, concluimos con la presentación de precisamente, autores que intentaban pensar la revelación divina. Existen puentes entre ellos en la medida de que todos piensan en un Dios con características claramente cristianas (Dios que ama, infinito, que dignifica nuestras miserias). Sin duda, se percibe la gran dificultad que exige sistematizar los pasos hacia la revelación, así como la dificultad de explicar lo que sucede en ella; sin embargo todo esto puede lograr aproximaciones gracias a la introducción de elementos no necesariamente racionales. La fe puede hacernos comprender lo que la razón nos niega (recordemos a Pascal, y su facultad del corazón; y a Balthasar, con su vía del amor), es así que cuestiones sobre la revelación pueden ser salvadas mezclándolas con el misterio necesario que garantiza una experiencia trascendental, que rebasa nuestro lenguaje.
De este modo, concluimos con la presentación de precisamente, autores que intentaban pensar la revelación divina. Existen puentes entre ellos en la medida de que todos piensan en un Dios con características claramente cristianas (Dios que ama, infinito, que dignifica nuestras miserias). Sin duda, se percibe la gran dificultad que exige sistematizar los pasos hacia la revelación, así como la dificultad de explicar lo que sucede en ella; sin embargo todo esto puede lograr aproximaciones gracias a la introducción de elementos no necesariamente racionales. La fe puede hacernos comprender lo que la razón nos niega (recordemos a Pascal, y su facultad del corazón; y a Balthasar, con su vía del amor), es así que cuestiones sobre la revelación pueden ser salvadas mezclándolas con el misterio necesario que garantiza una experiencia trascendental, que rebasa nuestro lenguaje.
Con respecto a los
argumentos, es difícil refutar con precisión alguno de ellos, no obstante tengo
dudas con respecto a dos. El primero corresponde a Balthasar, quien formula el
argumento de “solo el amor es digno de fe, y no hay cosa que se ame más que la
belleza, Dios es infinitamente bello, y por consiguiente lo amamos con todas
nuestras fuerzas”; este argumento me es un poco extraño (seguramente solo
porque he leído el texto introductorio de Pie-Ninot), me es extraño porque Dios
al ser bello, dejaría de ser el dador de sentido de ideas como la fealdad, y
aún más, ¿acaso lo bello y lo feo no es más que una categoría humana, es
correcto en este sentido decir que Dios es bello?. El segundo argumento es el
de la apuesta de Pascal, y contra él puedo afirmar que si alguien cree en Dios,
y ese Dios no existe, habrá vivido toda una vida negando ciertas cuestiones
verdaderas y afirmando falsas, en este punto sí creo que habría perdido mucho,
y no nada, como el autor señala.
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