La Naturaleza es un templo, de cuyas basas,
suben, de tiempo en tiempo, unas confusas palabras;
Pasa, a través de bosque se símbolos, el ser humano,
Al cual éstos observan con familiar mirada.
Como difusos ecos que, lejanos, se funden
En una tenebrosa y profundad unidad,
Como la claridad, como la noche, vasta,
se responden aromas, sonidos y colores.
Hay aromas tan frescos como el cuerpo de un niño
Dulces como el oboe, verdes como praderas.
- y hay otros corrompidos, triunfantes, saturados,
Con perfiles inciertos de cosas inasibles,
Como el almizcle, el ámbar, el incienso, el benjuí,
Que cantan los transportes del alma y los sentidos.
Charles expone la existencia de las correspondencias secretas que existen en la realidad . Demuestra que el poema se libera, en cierta medida, de nuestros esquemas mentales. Lo que el lector debe de hacer entonces, es llegar al poema y abrir su mente; percatarse que la poesía es precisamente eso (y más): un juego de correspondencias (y repelencias).
En el poema se devela que los sentimientos, experiencias y transportes del alma, solo pueden ser concebidos irrumpiendo los parámetros preestablecidos. El poeta debe buscar estas correspondencias y conjurarlas; es interesante: es cierto que la poesía tiene supropia lógica, pero sería imposible apreciarla si no la contrastásemos con nuestros prejuicios.
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