Admirábase el árbol reseco,
sus ramas delgadas olvidadizas,
Mi memoria entrecuzada con tiranas y cansadas raíces,
Y un sol que crepita sobre el pesar inefable;
Admírese,
Tu figura embalsamada,
La quietud de un árbol que no camina.
Reza salmos perdidos,
los rumores sin eco,
Tu mente absorta ante sus canas,
Y una lluvia que hace el amor mientras sonrie.
Mi admiración...
mi eterna admiración!
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